Editorial
En el este de Ucrania, la dinámica de la guerra no solo ha evolucionado, sino que ha tomado un ritmo acelerado.
“Estamos exhaustos, sufrimos ataques de pánico a diario. Es muy desalentador y nos aterra”, explica una mujer golpeada por el conflicto.
En febrero, Rusia consolidó su control sobre la estratégica ciudad de Avdíivka. Desde entonces, las fuerzas invasoras han avanzado significativamente, capturando otras localidades en su camino.
El gobierno ucraniano ha afirmado que está «resistiendo», pero las tropas rusas ahora están lanzando ataques en cinco puntos a lo largo de un frente de guerra de 1.100 kilómetros.
Cerca de 1,2 millones de personas, equivalente a dos tercios de la población, han huido de la región controlada por Ucrania en Donetsk desde el inicio de la invasión rusa hace dos años.
Es en este contexto, en el este de la región de Donetsk, donde el ejército ucraniano enfrenta uno de sus mayores desafíos.
El miedo se ha extendido por ciudades como Pokrovsk, Kostantínovka y Kramatorsk, donde los residentes observan con preocupación el avance del ejército ruso, temiendo una posible ocupación.
Mariya y su madre, Tetyana, perciben cómo la situación se torna cada vez más difícil a medida que avanzan las fuerzas rusas.
La ciudad está marcada por señales que advierten de la amenaza, a tan solo 30 kilómetros de distancia. Cada calle muestra los estragos de la guerra, con edificios destruidos y esfuerzos de reconstrucción en marcha.
La ansiedad impregna el aire frío de esta ciudad, que alguna vez fue un centro industrial de la ex Unión Soviética.
Rusia está destruyendo estas ciudades lentamente, mientras intenta tomar el control, lo cual es la mayor preocupación para quienes residen allí.
Mariya explica que su madre, Tetyana, planea quedarse, pero ella misma está considerando dejar la ciudad en algún momento.
“Ya me he ido dos veces, ¿qué sentido tiene?” pregunta Tetyana.
Entrega un par de pantuflas para evitar ensuciar al caminar por su apartamento y comparte su temor: “Es muy aterrador. Todo el país está en llamas».
Mientras todo el país enfrenta la guerra, la región de Donetsk es el epicentro del conflicto.
En medio de este escenario, la evacuación se vuelve obligatoria para las familias con niños, pero aún así, algunos residentes se niegan a abandonar sus hogares, enfrentándose al peligro día tras día.
A medida que las tensiones aumentan, la estación de tren de Kramatorsk se convierte en un punto de partida cada vez más concurrido, donde los civiles parten en busca de seguridad.
Ucrania espera un día poder regresar a estas tierras y encontrar seguridad nuevamente, pero mientras las fuerzas rusas continúen su avance en la región de Donetsk, esa esperanza se desvanece y la pregunta sobre el futuro se vuelve más incierta.
