Vladimir Putin inició su mandato como un reformador y terminó consolidándose como un caudillo autoritario. Este cambio ha marcado profundamente las relaciones entre Rusia y Occidente, en particular con la UE y la OTAN.
En agosto de 1999, Putin fue nombrado primer ministro de la Federación Rusa y, a finales de ese mismo año, sustituyó al presidente Boris Yeltsin. Desde el inicio, Putin dejó claro que Rusia seguiría siendo una gran potencia. En Europa, fue visto como un reformador destinado a reorganizar el caos de la Rusia post-soviética.
En junio de 2001, el presidente estadounidense George W. Bush describió a Putin como «confiable y directo» tras una cumbre, llegando a afirmar que pudo «mirar dentro de su alma». En septiembre de ese año, Putin ofreció a Europa una asociación de seguridad con Rusia durante un discurso en el Parlamento alemán, insinuando incluso la posibilidad de que Rusia se uniera a la OTAN y la UE.
La UE y Rusia acordaron varios programas de cooperación y financiación en busca de una «asociación estratégica». La OTAN abrió una oficina en Moscú, y Rusia estableció una representación ante la OTAN en Bruselas. El Consejo OTAN-Rusia debatía cuestiones estratégicas, incluida la expansión de la alianza hacia Europa Central y Oriental.
Rusia, como uno de los principales proveedores de petróleo y gas de la UE, disfrutó de una fructífera relación comercial con Europa. El excanciller alemán Gerhard Schröder calificó a Putin de «demócrata impecable», a pesar de la creciente represión de la oposición y la prensa en Rusia. Schröder, tras dejar el cargo, obtuvo puestos lucrativos en empresas energéticas estatales rusas.
El Giro de Putin
En 2006, durante la conferencia de seguridad de Múnich, Putin comenzó a mostrar un cambio de rumbo. Se quejó de que Occidente no aceptaba a Rusia como una gran potencia y describió la expansión de la OTAN como un incumplimiento de promesas previas. Aunque en 1997 Rusia había aceptado la ampliación de la OTAN, Putin sentía que las promesas de no acercarse a las fronteras rusas estaban siendo ignoradas.
Se cancelaron acuerdos de desarme, y Rusia criticó duramente el proyecto estadounidense de defensa antimisiles. La cumbre de la OTAN en abril de 2008, que abrió la posibilidad de ingreso para Ucrania y Georgia, exacerbó las tensiones.
En agosto de 2008, Putin demostró su poderío militar al intervenir en Georgia y poner bajo control ruso partes de Osetia del Sur y Abjasia tras una breve guerra.
Las Guerras de Putin
En 2013, la Comisión de la UE todavía contemplaba la creación de un «espacio económico y humano» común con Rusia, desde Lisboa hasta Vladivostok, como una visión a largo plazo.
Tras la expulsión del presidente prorruso de Ucrania en la primavera de 2014 y la revolución democrática del Maidán, Putin atacó Ucrania, anexionándose la península de Crimea y apoyando a separatistas prorrusos en el este de Ucrania. Occidente reaccionó con sanciones e intentos de mediación. La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, François Hollande, negociaron el Acuerdo de Minsk, que no logró la paz pero dio tiempo a Ucrania para fortalecerse.
Las relaciones se deterioraron rápidamente, aunque las importaciones de energía rusa continuaron. En 2021, la UE habló de una «espiral negativa» en las relaciones con Rusia.
En marzo de 2022, tras un ataque a gran escala de tropas rusas en Ucrania, el presidente estadounidense Joe Biden calificó a Putin de «dictador, criminal de guerra y asesino». La OTAN pasó a ver a Rusia como la «mayor amenaza para la paz en Europa».
La UE impuso amplias sanciones a Rusia y trató de desvincularse de su suministro de petróleo y gas. Aunque el comercio con Rusia ha disminuido, muchas empresas europeas siguen operando allí, especialmente en las industrias alimentaria, farmacéutica y química.
25 años después de que Putin llegara al poder, la OTAN se prepara para una nueva carrera armamentística, con la defensa contra la agresión rusa como su principal objetivo.